La prostitución y el TSJ
El Tribunal Superior de la Justicia de la Comunitat (en adelante, TSJ) ha ordenado el cese inmediato de un burdel clandestino (sic) situado en el centro de València, pero, considera que «sería muy razonable, el que se regulara legalmente, en todos sus sentidos, un fenómeno tan extendido como este». La Justicia, entendida como discurso y poder, siempre ha sido un brazo armado del patriarcado, a pesar de su proclama de neutralidad y asepsia, difícilmente creíble si uno ha leído a M. Foucault, P. Feyerabend, J. Habermas o cualquier maestra de la genealogía feminista. No deja de ser llamativa, por mediocre, la apelación a la «tradición». Si la prostitución es un fenómeno (sic) extendido, cotidiano, habitual en el paisaje, ¿por qué no regularla? A nadie debiera sorprenderle el penoso nivel argumentativo del TSJ, pues, en verdad, mantiene su línea patriarcal tradicional. Los jueces suelen ser extremadamente conservadores y jerárquicos, excepto escasas y honrosas excepciones. Con todo, ¿cuál es la causa de esa retórica tan confusa e interesada? Referirse a la prostitución como «fenómeno» no es lo mismo que considerarla «explotación». Fíjense cómo cambia el asunto: «sería muy razonable, el que se regulara legalmente, en todos sus sentidos, una explotación tan extendida como esta». Celia Amorós decía aquello de «conceptualizar es politizar». Si se aplica bien, nos acercamos a la cosa en sí, alejándonos de retóricas confusas, ya que, como recuerda la compañera Teresa Meana, «las palabras no se las lleva el viento».
La Justicia tiene una enorme deuda pendiente con las mujeres víctimas de la explotación sexual. Se sitúan, todavía hoy, al margen de la ley. Profundamente marginadas, discriminadas por partida doble y triple, forman parte de esa esclavitud consentida por las instituciones que debieran garantizarles, como personas, la igualdad, el bienestar y su libertad. En cambio, siguen ahí, vejadas, maltratadas, humilladas y violadas ante la apatía moral de una sociedad psicótica, ocupada en otros menesteres propios de la burguesía y el neoliberalismo. Cuerpos esclavizados para satisfacer el deseo sexual de hombres de toda clase y condición. La mujer sigue siendo la clase social y económica más explotada, como recuerda a toda hora Lidia Falcón, una de las intelectuales más lúcidas del feminismo. Del TSJ uno espera que combata la esclavitud sexual, que ponga todo su empeño en perseguir a los puteros, proteger a estas mujeres maltratadas, luchar con toda su energía para que no haya ni una sola prostituta en las rotondas, en burdeles, en polígonos industriales… La prostitución también es violencia de género, ¿verdad? ¿O quizá lo sea menos porque se trata de cuerpos sin relato, cosificados y al servicio de una maquinaria patriarcal que necesita de vaginas, tetas y culos durante 24 horas al día? ¿Acaso ya nadie ve violencias en la prostitución? Será cosa del discurso neoliberal que apela al «trabajo sexual». Un trabajo como otro, dicen. ¡Pero en mis doce años como docente jamás he visto una sola alumna que me confiese su interés en semejante «trabajo»!
Ya que estamos a las puertas del 2020 y todo el mundo manifiesta deseos y propósitos, aprovecharé para pedir los míos. Que este Año Nuevo sea abolicionista y a ver si los Reyes Magos regalan a la Justicia un buen curso de Feminismo. También a toda esa gente confusa e ingenua que asocia en su imaginario prostitucional la versión patética y de baratillo de Pretty Woman. La prostitución no es un fenómeno ni nada parecido. La prostitución deviene esclavitud sexual. En uno de mis talleres tan perseguidos ahora, me preguntó una alumna del IES Enric Valor de Picanya cómo definía la RAE la prostitución. Lo buscó ipso facto en su móvil: «actividad de quien mantiene relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero». ¡Arrea! ¡Otra buena! ¿Una actividad? ¿Como mi alumnado que realiza actividades? Y ya para rematar, «con otras personas». ¿Personas? ¡Aquí sí utiliza el lenguaje inclusivo! ¡Esta RAE se supera cada día! No, la prostitución se ejerce contra las mujeres, no contra las personas. Más que nada porque las prostituidas son las mujeres. Y los puteros los hombres. Lo dicho: conceptualizar es politizar. ¡Y tanto!
Publicado en el Levante-EMV:
https://www.levante-emv.com/opinion/2020/01/03/prostitucion-tsj/1962105.html