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Festivales y capitalismo de garrafón

El capitalismo siempre gana. Si el patriarcado es metaestable, o sea, se reinventa, como advierte Celia Amorós, no digamos el capitalismo disfrazado de festival musical veraniego. Póngase por caso el Zevra de Cullera (València). ¿A quién beneficia? La pregunta no es mía, sino de Lenin: cuando duden de algo, sea lo que sea ese algo, pregúntense a quién beneficia. Les facilitaré alguna pista a partir de los precios nada espartanos del evento: abono general 129 euros, abono premium 285 euros, suplemento acampada 59,95 euros, pulsera de reacceso (incluida en el abono) 15 euros el día, cubatas a 10 euros y agua a 3. Se paga una tasa por la libertad de movimiento: entrar y salir el mismo día cuesta dinero, pues, a fin de cuentas, de eso se trata, de pasar por caja. Una caja que beneficia a promotores y poco más. Este tipo de macrofestivales conlleva sus prebendas y alguno/a sacará rédito desde la butaca del despacho.

Quienes cumplan 18 años en el 2023 podrán pagar la entrada con el bono cultural de 400 euros destinado a libros, entradas de cine, teatro, etc. El Zevra se concibe a sí mismo como «evento cultural que une la música, el arte, la moda, la gastronomía y el turismo». En la era posmoderna está mal visto cuestionar la identidad sentida, así que, si el Zevra se percibe a sí mismo como cultural y gastronómico –al fin y al cabo gastronomía es el bocata de calamares–, ¿quién soy yo para cuestionar su identidad subjetiva? Sospecho que esas decisiones insólitas –destinar dinero público, suyo y mío, a fiestas de garrafón– se producen a resultas de los intereses del capital. Si alguien supiera explicármelo se lo agradecería. ¿Qué mente retorcida atribuye carácter cultural a un simple macrobotellón musical institucionalizado? A sabiendas del resto de festivales que proliferan en todo el país, igual de corte y confección, cabe suponer que buena parte de esos bonos se destinarán a sus productoras, golosas por unas subvenciones públicas que se suman a las arcas privadas y al lógico patrocinio de marcas. Uno entiende que la cerveza tal invierta y promocione en estas ferias, pero, ¿a quién beneficia pagarlo con el bono cultural del Estado?

Las fuerzas del capital nos confunden. La diversión, el turismo, la cultura y la fiesta nos importan, si bien caben otras opciones decrecentistas, más sostenibles, racionales y plurales. El ocio ha sido secuestrado por un capitalismo sostenido desde políticas públicas sin ideología ni compromiso ético, pues, como ya saben, estos festivales de garrafón se promocionan desde gobiernos de izquierdas o derechas. Lo mismo da cuando quien manda y se beneficia es el capital. A la espera de saber algún día a quién beneficia semejante tinglado, desconfíen de quienes confían su programa a las órdenes del neoliberalismo. Ya sé que promover la desaparición de estas ferias de alcohol y sudor te convierte en impopular. Es lo que tiene defender una ideología crítica con el fariseísmo político. A buen seguro que, cuando lean este artículo, nos dirán los beneficios económicos del Zevra. Entiéndase esta buena nueva como una anestesia moral. Ya del cambio climático, del decrecimiento, del ocio creativo y del apoyo mutuo hablamos otro día.

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