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El ser y la Thyssen

«Ser rico conlleva mucha responsabilidad»  

Carmen Thyssen

La baronesa Thyssen sostiene que «ser rico conlleva mucha responsabilidad». La suya ha sido una perogrullada, archisabida desde El ser y la nada de J. P. Sartre. Sus palabras recobran otra dimensión por mor del sujeto que las profiere, una rica asquerosamente rica. Antes de Carmen Thyssen, Aristóteles ya estudió el ser en tanto que ser: «se entiende de muchas maneras, pero estos diferentes sentidos se refieren a una sola cosa, a una misma naturaleza». En vista del linaje ontológico de ambos, mejor no contradecirles. A fin de cuentas disponen de entrada propia en Wikipedia. La señora corta bacalao en el Museo Thyssen-Bornemisza y se tutea con el Ministerio de Cultura. La gente rasa persevera en el no-ser. Respiramos, cierto, pero sin aspavientos. Hay quien muere antes de nacer y no se percata. Miren a esos tipos virtuales, cuya vida oscila entre el delirio y la desafección: de las redes sociales a los enredos insustanciales, sin caer en la cuenta de que no-son. La suya es una substancia oleaginosa. El hábito lector ensancha nuestro ser, aunque el gentío abraza el ruido mediático, un modo de insistir en la nada, pues el silencio es atributo del ser. Hete ahí que esto de ser -millonario, poderoso, afamado, baronesa- acarrea quebraderos de cabeza. Por eso la masa erige en bandera su vulgaridad. El vulgar no-es, pero resulta cómodo e incluso práctico.

Sí, amigos. La baronesa tiene razón: vaya tabarra esto de gestionar fortunas, pinturas de incalculable valor, mansiones y tal. El ser extenúa, te pone en un brete, asfixia. Lo fácil resulta no-ser y lo sabemos los haraganes. En una suerte de inaudita sincronía, Lola Nieto -otra que es- abriga esta idea en su obra  Tuscumbia (Harpo Libros): «El ser tiene una sintaxis lógica difícil de entender, ya que lleva en sí su contradicción, el no-ser. Y cuando alguien provoca con violencia este no-ser, es decir, la imposibilidad sintáctica, se convierte en ser humano del sin-sentido. Del sin-sentido, no de la locura». Si no alcanza a entenderlo, serénese. Cosas raras del ser, como la baronesa.

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