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¡Machote!

Un edil del PP en Mallorca propuso conmemorar el día del machote. Pidió perdón por tamaño dislate barruntado para rechazar la moción de apoyo al colectivo LGTB y contra la homofobia. En verdad la suya fue una suerte de estrategia retórica: uno acude al chiste fácil cuando sabe que carece del más mínimo sentido común. De idéntico modo, los bárbaros nos tildan de feminazis a quienes reivindicamos la igualdad entre hombres y mujeres. Palabras ocurrentes exentas de semántica, pero muy simbólicas. Esto lo sabemos en honor a G. Frege y su célebre artículo Sobre el sentido y la referencia, clásico de la filosofía del lenguaje que un servidor estudió en la Facultad de Filosofía de Valencia de la mano de Paco García Tarancón. Las expresiones, decía, tienen una referencia, pero hay un «algo más» en el significado: ¡el sentido!

Un edil del PP en Mallorca propuso conmemorar el día del machote.

En el sentido –o su ausencia– de expresiones como machote y feminazi asoma, no sólo ese desprecio biológico, emocional y psicológico hacia la diversidad, sino también una estructura arquetípica: imágenes oníricas y ancestrales propias del inconsciente colectivo. Si uno busca la definición de machote en la RAE (con permiso de mi admirada María Moliner) advierte que se trata de un uso coloquial: hombre vigoroso, bien plantado, valiente. Los usos populares, ya saben, los carga el diablo. Para individuos como el susodicho edil „y son legión sus palmeros„ virilidad y valentía devienen sinónimas. Un delirio cognitivo-lingüístico que cobra mayor sentido en el heteropatriarcado, otro concepto muy cuestionado por los amigos de lo recio y el garrote vil. Algunos se llevan las manos a la cabeza cuando escuchan palabras cargadas de sentido crítico. En cambio, casi nadie recae en los pasmosos antónimos de machote: femenino, débil, delicado. ¡Cáspita!

A todo esto, desconozco si el edil machote pidió perdón de corazón o de postureo. Alcanzar el sentido último de tal descargo resulta complejo, más todavía si uno se aproxima a Frege o a la filosofía, esto es, al pensamiento. De donde resulta que seguimos donde estábamos, es decir, en un punto de partida absurdo propio de cada prejuicio descabellado. Así que uno piensa en este edil-arquetipo y se imagina al iluminado de marras abusando de su virilidad a diestro y siniestro. Si acaso no es ya en sí un despropósito minimizar los daños colaterales de un tipo tan fálico que, en otro contexto histórico cercano, podría permitirse la osadía de aplastar los derechos y la dignidad de todas las mujeres. Insólito.

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