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La alegría de Carmen Alborch

Una obra completa de la naturaleza, así ha sido Carmen Alborch. Maestra feminista, pionera en todo e histórica socialista de las que, como pocas, rompía techos de cristal cuando nadie se atrevía; combativa con el suelo pegajoso, las desigualdades, las injusticias y el patriarcado. Ya hace mucho que la eterna sonrisa de Carmen es patrimonio inmaterial de la humanidad, pues, siendo el secreto de su alegría la resistencia, engendró una manera propia de entender el feminismo. Se debate si ha irrumpido la cuarta ola en la historia del feminismo. Carmen representa un caso único en su género, pues encarna cada reivindicación y logro de todas las olas feministas.

 
Ya hace mucho que la eterna sonrisa de Carmen es patrimonio inmaterial de la humanidad, pues, siendo el secreto de su alegría la resistencia, engendró una manera propia de entender el feminismo.
 
Ya la echamos de menos. Y sentiremos añoranza en tantísimos actos culturales, manifestaciones y encuentros en los que su presencia devenía tan insustituible como necesaria. Carmen la del Feminario de la Diputació de València, la del Día de las Escritoras, la que acudía a uno, o dos, o tres eventos diarios con su don de la ubicuidad. Carmen la conferenciante o la oyente, la política o la amiga cómplice, la ex decana o la ex ministra, la escritora o la discípula de Celia Amorós, a quien siempre se refería como «maestra»… Alguien como ella, tan única, tan inmensa, tan hermosa, eclipsaba ineludiblemente sin proponérselo. Así ocurría la semana pasada, última vez en que el universo me regaló su presencia, cuando una fila espontánea de gente guardaba su turno para darle un beso, felicitarla por la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana, o simplemente darle cariño y admiración. Jamás conocí a alguien tan universalmente querida como Carmen Alborch.
 
Nos deja un profundo y enorme vacío. Con todo, seguiremos leyéndola en su obra –tenía entre manos la publicación de un próximo libro- y sintiéndola cerca a través de la enorme herencia cultural, política y feminista recibida. Y tantas fotografías, tantos recuerdos y tantas amistades comunes, todas maravillosas ya que Carmen se rodeaba siempre de buenas y bellas personas. Su eterna sonrisa nunca cesará. La alegría imperecedera de Carmen Alborch, nuestra Carmen, se convierte en patrimonio inmaterial del feminismo y de quienes la admiramos y queremos. Hasta siempre, amiga.
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