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Escuela y sistema

Isabel Olmos, subdirectora en Levante-EMV, mostraba en su columna «Obriu els centres de salud» (25/7/20) el desconcierto que supone el cierre de los ambulatorios, sin una explicación pública. Aparece en esta insólita nueva normalidad una batalla campal entre la ciudadanía y los centros de Atención Primaria, convertidos en fortalezas inexpugnables. Toda una película de terror esa horda de pensionistas asediando los ambulatorios a 40 grados bajo el sol. Cuidemos a nuestros senectos, sustentan el Estado de Bienestar. Han pasado de un confinamiento extremo a dejarse aparcados en la calle sin una atención sanitaria digna. Como al resto de la ciudadanía, cierto. Pero yo defiendo a esas jubiladas que engordan el PIB gratis et amore.

El sistema capitalista necesita inexorablemente dos pilares: escuela y personas jubiladas. Una y otras se encargan de las criaturas; sus progenitores son esclavizados por el Capital en tanto que clase trabajadora. De ahí la urgencia en abrir colegios e institutos caiga quien caiga. Un estudio reciente advierte que una clase de veinte jóvenes supone 808 contactos cruzados en dos días. Ahora bien, ¿dónde endosar a estos insensatos fabricados modo eterna «minoría de edad»? Y especialmente aquellos sin capacidad autónoma suficiente, o quienes, teniéndola, resultan un peligro para la humanidad, entiéndase 1º ó 2º de la ESO. La guarda y custodia de esta tribu chusca recae en los abuelos, vigilantes de semejante flora y fauna preadolescente notablemente descerebrada, como bien constatamos a diario los docentes, con perdón. Vagan por la calle sin mascarilla, indiferentes a su propia salud, la de los suyos o de quien sea. No sienten pudor ni por su falta de ética ni por su ausencia de neuronas. Me declaro pacifista radical pero exijo un decreto que permita abofetear a estos lerdos, bien sea en la calle o en el aula. ¡Póntela, pónsela!  Y si no, ¡zas, zas! 

La escuela, por tanto, entendida como brazo ejecutor del sistema capitalista. Ahí aparcas un puñado de horas a los indómitos retoños. Se trata de una zona ORA en toda regla. Si esta falla, se cae todo la estructura económica neoliberal. Los abuelos esclavos prosiguen la misión de aparcamiento. Podrían considerarse «aparcanietos». El planeta colapsa pero la gente sigue explotada en su trabajo, factor decisivo en este régimen esclavista contemporáneo. La gran estafa sigue con la nueva normalidad. No es de recibo que nuestros ancianos estén desatendidos. Bueno, así estamos todos, huérfanos de un sistema político respetuoso con la conciliación y en el que la escuela no sea cárcel ni los abuelos carceleros.

https://www.levante-emv.com/opinion/2020/08/01/escuela-sistema/2037528.html

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