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La pedagogía magufa deshumaniza

Permítanme que desconfíe de esa educación «new age» en boga y que, en los centros educativos, se traduce en la proliferación de tablas, excels, fichas, informes, rúbricas y tal. La novedosa pedagogía unicornio, como suele ocurrir, maquilla la realidad a través de términos rimbombantes que acaban en papel mojado: «perfil de salida», «situación de aprendizaje», «barreras», «fortalezas», «saberes básicos»… Todo en abstracto y sin plantearse la realidad material de las aulas, por ejemplo, ese/a docente de Secundaria que da clase, si es afortunado/a, a cien chicos y chicas. 140 en mi caso, especialista en Filosofía –especialista es un decir. Quien considere posible conocer, atender, adaptar e individualizar el aprendizaje a esa multitud de alumnado o bien nunca ha pisado un aula o simplemente delira. Y aquí surge una cuestión de fondo: algunos docentes y equipos directivos –casi siempre quienes mejor obedecen– hacen flaco favor al alumnado y al profesorado cuando fingen de manera consciente (o no) que el sistema educativo se amolda, atiende y responde a las necesidades educativas de manera personalizada. ¡Falso e hipócrita! Puesto que admitirlo nos haría cómplices de una farsa –y en eso se ha convertido el sistema educativo: ¡en farsa!– la burocratización deviene un acta notarial irreal, psicótica, pura mascarada: luce sobre el papel aunque abandona a su suerte al estudiantado. Preferiría que fuera al revés: una educación cargada de humanidad, personalizada, no masificada, sin darle tanto valor a la burocracia y centrándose en las personas. Pregunten a las familias, a la Administración, al alumnado, a los claustros y sindicatos: ¿prefieren un/a docente competente en rellenar tablas Excel, PGA y Programaciones o alguien capaz de enseñar, estimar, humanizar y despertar una actitud crítica entre el alumnado?

Esta legislación educativa «new age» me pone nervioso. Nos pide que conozcamos las «barreras» del alumnado dictando sentencia un mes después de iniciar las clases. Pues las barreras que yo detecto suelen ser distintas a las que se cumplimentan en las tablas: la barrera de un capital que explota a las personas, mercadea con los cuerpos, precariza la existencia; la barrera del Patriarcado, que mantiene la violencia contra las alumnas y refuerza los privilegios de los varones; la barrera de las familias, quienes han entregado a hijos e hijas a los móviles; la barrera de la escuela-cárcel, esa que dificulta que niñas y niños dispongan de tiempo para disfrutar, conversar, divertirse; la barrera de los exámenes, esas pruebas discriminatorias por definición y que básicamente evalúan la repetición de contenidos; la barrera de la lotería social que te matricula en una escuela pública medio digna, concertada o un «centro singular»… ¡Ay, las barreras! Este tipo de barreras se difuminan en la pedagogía «new age» puesto que señalarlas supone visibilizar una realidad del sistema educativo demasiado compleja y que apunta directamente a un orden neoliberal, deshumanizado, discriminatorio, violento, sexista y patriarcal. Como no podemos resumir las barreras en una sola –el mundo es basura, ésa es la cuestión– ingeniamos un lenguaje que desvirtúa y edulcora problemas serios y profundos en el sistema educativo.

¿Qué barrera indicará un/a maestro/a incapaz de detectar a una víctima de violencia de género en el aula? ¿Qué barrera cuando se trate de un alumno acosado e imperceptible para un profesorado hiperconectado a la pantalla? ¿Qué barrera si su familia pasa hambre o su padre es un maltratador? ¿En qué tabla Excel se apunta estas barreras? ¿O mejor dejarlas estar? El profesorado ya no da clase, ni dialoga con su alumnado, ni le mira a los ojos. El/la docente habla a sus sus compis de tablas, fichas, informes y documentos. Nunca de la juventud. Hubo un tiempo no lejano en el que mirábamos a los ojos a nuestro alumnado. Hoy los ojos sólo miran el ordenador. La pedagogía magufa deshumaniza. ¿Nos pasaremos el curso rellenando tablas, compañeras y compañeros? Dejemos de hacerlo por nuestro alumnado, por nuestra dignidad y por construir una educación transformadora, justa y humana.

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