Conste en acta
Llevo tiempo simplificando la vida. Esto supone aminorar las relaciones humanas, cuidarlas mejor, que para eso escoges pocas, así como los compromisos profesionales, eventos sociales, incluso minimizar el placer diario. A uno le satura ese estilo de existencia que te empuja a producir, ocupar la agenda, consumir sin criterio y formar parte del mercado de las emociones ofertado en las siempre jubilosas redes sociales. Si decreces sobra (casi) todo. El «aparato», es decir, ese sistema que impone sus decisiones a las personas, busca complejizar la vida con el único fin que el de extenuar, frustrarnos y patologizar la «normalidad». Un tipo corriente que habita el mundo busca un hogar, un trabajo digno y tiempo, mucho, para disfrutar de la simplicidad de las cosas. Es, en esencia, la vida, contrapuesta a la muerte, la fecha de caducidad que todas y todos tenemos aunque ese «aparato» anime a olvidarlo. La conciencia de finitud desarma esa existencia tóxica que nos aboca a un «no parar» como indicador de calidad de vida. Detenerse, desocuparse, aburrirse, distraerse, meditar y tumbarse a la bartola devienen actos revolucionarios.
Estos últimos meses formé parte de un tribunal de oposiciones para acceso a la función pública docente. En este contexto, muy similar a la vida, recibes órdenes de no se sabe quién. Cabe acatarlas. De hecho, esos mandatos en abstracto, sin nombre y apellido, sin sujeto, favorecen la sumisión porque nunca sabes a quién protestar o dónde dar un golpe en la mesa –algo muy patriarcal pero el aparato no entiende los modos ni lenguajes feministas. Esto ocurre por igual en el trabajo, pongamos por caso en el instituto de Secundaria, o en la oficina o empresa. Actuamos siguiendo un manual de instrucciones de cuya autoría nadie conoce el nombre. Anónimo suele ser un tío peludo, machista y con mala leche. El «aparato» nos deshumaniza. Les aseguro que firmé digitalmente –también mis compañeras de tribunal– algo más de cien actas, algunas página a página, superando las treinta. En una de las tandas de firmas tardé algo más de dos horas en dejar mi huella digital en toda la documentación, pues, rompiendo toda lógica elemental, la digitalización de ciertas tareas las convierte en farragosas e inoperativas. Es más sencillo firmar cien documentos a mano que a ordenador. Pero el sistema explota y fustiga. Entre tanta vorágine documental dejas de manifestarte por el derecho a una vivienda digna, por ejemplo.
Desde este espacio imploro la desburocratización de la vida y de todas sus formas de expresión o manifestación. Hagamos las cosas fáciles. Tengamos amistades, sexo, amor, trabajo y tareas administrativas simples. Busquemos la simpleza en toda gestión, informes, actas, hipotecas y reuniones de trabajo. También en las comidas familiares. En horarios, viajes y compromisos, ¿por qué no? Nadie me devolverá las horas robadas firmando digitalmente una legión de ficheros y documentos. Conste en acta.
https://www.levante-emv.com/opinion/2025/08/09/conste-acta-120458212.html