Inversión moral
La perorata de José Luis Roberto en Sandra y el autobús (Levante-EMV, ayer 11 de agosto) da mucho que pensar. No respondo por ligeras alusiones, sino como ciudadano atónito en estado de choque después de indigestarme con un artículo que bien podría firmarse por el justiciero planetario. A mí siempre me quedó claro el motivo de su denuncia, porque, en verdad, aquello que desearía demandar jamás podrá hacerlo. Roberto entiende de leyes, de ahí que, cuando ha visto una ligera oportunidad de llevar su denuncia al juzgado, bien que la aprovecha. Pero a mí me interesa de su discurso no cuanto nos dice, sino aquello que sutilmente silencia.
Roberto considera que podría tratarse de «un presunto delito de malversación de caudales públicos por la utilización del autobús de la policía en un acto privado». Ésta es de antemano la «injusticia» cometida. Se añade, según él, «un supuesto exhibicionismo ante menores». La cuestión primordial es: ¿qué justifica y fundamenta la presencia del autobús de la Policía Local en la marcha del orgullo gay? La respuesta la dio este mismo diario el pasado 17 de junio: «La rotulación invita a denunciar agresiones, pues sólo una de cada cuatro salen a luz pública». Sandra Gómez, concejala de la Policía Local de Valencia, ya contextualizó previamente el sentido moral de este gesto simbólico, pero ejemplarizante: visibilizar un compromiso con el colectivo LGTB.
Claro que, en esto de la moralidad, sospecho que Roberto hace aguas.
Cierto que hay una mínima inversión económica de las arcas públicas. ¿Acaso hay algún problema en esto cuando se trata de sensibilizar y promover una conciencia cívica ante agresiones motivadas por el odio y el dogmatismo? Claro que, en esto de la moralidad, sospecho que Roberto hace aguas. Digo eso a tenor de esos rugidos característicos en manifestaciones a las que asiste sin complejos, de las que cualquier sujeto honesto, cívico y digno saldría espantado. Sea el caso, por ejemplo, en el Día de la Hispanidad (o de la Fiesta Nacional, imagino). ¿Y qué decir de esos repartos de comida sólo para españoles? La ley no los castiga, claro, pero hay algunos que, más allá de la legislación, forjamos unas leyes morales saludables que edifican un mundo libre, solidario y justo.
Así que, además de inversión económica, abunda la inversión moral, engranaje de toda sociedad que aspire a escapar de mentes destructivas y primitivas como la de quienes, escudándose en el Código Penal, intentan darnos lecciones a todos los contribuyentes de una sociedad pacífica y plural. No estaría de más que el señor Roberto, tan ducho en leyes, expusiera negro sobre blanco su cosmovisión de la vida comunitaria. Aunque en esto de la moral, insisto, el asunto se le complica. Algo difícil de conseguir porque ya sabemos por tradición en el imaginario colectivo el ideario profundo de España 2000. Y porque, quizá, en este caso, él acabaría siendo denunciado y no sujeto denunciante. Lo dicho: inversión moral.