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La magia de Rosa Montero

Hay momentos puntuales en que uno considera que merece la pena esta difícil tarea de educar. Podría contarlos con los dedos de la mano, pues, aunque doce cursos puedan dar de sí, el sistema educativo suele ser predecible, soporífero y sórdido. No hay creatividad, ni valores como la libertad o la rebeldía, porque, si algo hace juego a la esquizofrenia capitalista, esa es la maquinaria educativa. El lunes 20, por el contrario, ocurría un milagro, entendido desde la filosofía de D. Hume: «violación de las leyes de la naturaleza». No sabría acuñarlo de otra manera, pues, ¿cómo definir un encuentro entre Rosa Montero y más de 500 estudiantes, ensimismados con su discurso en defensa de la literatura, el sacrificio y la imaginación? Milagro también, sin duda, esa Biblioteca Valenciana que promueve encuentros con autores (y autoras) desde tiempos inmemoriales. Y milagro, además, el que  ningún gobierno –o cenutrio de turno– se cargue una de esas salidas culturales que estrechan vínculos entre literatura, biblioteca, centros educativos y jóvenes.

Rosa Montero posee muchas virtudes y la de conectar con la gente la convierte en una escritora entrañable, cercana, familiar. A las once de la mañana llegaba la autora de La loca de la casa e intercambiaba impresiones con el profesorado, interesada en conocer proyectos, lecturas, curiosidades… Cada instituto había leído alguna de sus novelas, sin planificación, dejando correr la imaginación e intereses propios de chicas y chicos, docentes, etc. En mi caso nadie había leído alguna obra suya, pero sí muchos artículos, como hiciera yo en mi etapa de estudiante de bachillerato. Curiosamente –otro milagro– allí estaba, a mi lado, no sólo Rosa Montero, maestra inigualable, sino también mi ex profesora de literatura castellana y amiga Pilar Pardo, quien me introdujo en las columnas periodísticas de Rosa, trabajándolas, comentándolas y disfrutándolas como solo saben hacer las maestras ejemplarizantes. Pilar consiguió sumar y no restar, me sedujo literariamente, cosa rara, como decía, en este sistema educativo delirante. El tiempo pasa, y, aunque Pilar siga de profesora en otro destino –el IES Ramón Muntaner de Xirivella– el afecto permanece, porque ésa es la tarea de la educación: generar vínculos culturales, despertar talentos, emocionar.

Rosa Montero dijo que «cada persona tiene un libro que es la llave para entrar en el mundo de la literatura». Quiso resarcir la mala imagen de la literatura de ciencia ficción, entendida para muchos como un género menor, cosa incierta. Y nos contagió a todos la ilusión por aprender, escribir y leer, actividad que considera superior y más placentera que la propia tarea de crear textos. Todo esto, ante más de 500 estudiantes, llegados de diversos institutos de secundaria, pero también de clubs de lectura o escuelas de adultos. Esa misma tarde, Rosa Montero recibiría un premio en Picanya, una de esas bellas localidades con una agenda literaria inusual y encomiable. Antes firmó a buena parte de sus lectoras y lectores. En nombre de tantos docentes, mi enhorabuena a Carmen Amoraga, presente en el acto, y a todo el equipo que organiza estos formidables encuentros en la Biblioteca Valenciana. Y a ti, amiga Rosa Montero, gracias por conseguir algo que los docentes apenas sabemos: emocionar a las futuras generaciones con la palabra, el periodismo, las ideas y la literatura. Esto es un auténtico milagro.

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