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Yo votaré a la izquierda

No me canso de pregonarlo. La derecha, sea cual sea, abandera el dogmatismo y lo impone ya sea con sangre o sutilmente. La derecha corta cabezas, en sentido metafórico o literal. La historia así lo demuestra. Se cargaron la República y la libertad. Entienden que el buen orden –el orden como Dios manda– se instaura cueste lo que cueste, aunque esto suponga sacar el fusil o machacar al pueblo. Disparan como sea, pero disparan: balas o porquería mental. Pero ya se sabe, la cuestión es apuntar y decir aquello de ¡todo el mundo al suelo! Todo sea en pro de una vida recta, una sola religión, una sola educación de élites, una sola mirada, una sola clase privilegiada, un solo orden y una moral restringida, históricamente capitalizada por la burguesía, amiga del Capital, enemigo de nosotros, los proletarios. La derecha sienta cátedra sobre lo «normal», lo «conveniente», lo «correcto». Y en eso coinciden plenamente el Partido Popular, Ciudadanos y Vox. ¿Qué importa su programa electoral si son idénticos? El mensaje se resume así: nosotros, la derecha, portamos el buen orden y la decencia espiritual. Más allá del Capital y la riqueza, sólo hay miseria y pobreza. El esclavo merece serlo pues el orden natural nos dicta que hay clases sociales: los ricos santos y los míseros pecadores. 

La izquierda, plural, divergente y democrática por definición, no puede permitirse el lujo de trifulcas académicas. Discutamos las esencias progresistas en otro momento. La derecha solo nos da una lección: cuando se trata de dinamitar la libertad, la igualdad y el bien común, suman sinergias sin condiciones. El consenso lo firman de antemano porque su objetivo común –atacar las libertades  y el Estado de bienestar– ni llega a cuestionarse. Sí, hemos visto a la derecha –del PP, de Ciudadanos y ahora Vox en Andalucía– perseguir la diversidad afectiva y sexual, lucrarse con el dinero público, hundir la educación gratuita, amenazar a quien forme una familia que no sea de portal de Belén, perseguir al feminismo, cuestionar la violencia de género… Si demonizan el aborto, la eutanasia, el sexo, la homosexualidad, el divorcio, la igualdad, el bien común, la renta básica, ¿qué esperar de esta cohorte de ultraconservadores franquistas? ¡No se engañen, amistades! En las elecciones de este domingo nos jugamos el futuro de la democracia, el advenimiento de otra dictadura, el fin de los Derechos Humanos, la muerte de la decencia ética. La derecha nunca conoció la dignidad, el respeto ni la ética mínima.

Quiero un gobierno progresista y feminista. De esos que adecentan la existencia, que amplían derechos, que potencian libertades, que no se meten en mi cama para decirme con quién debo acostarme o no. Un gobierno henchido de ética y la ética –sépanlo– siempre mira a la izquierda (se lo dice un especialista, modestia aparte). La derecha aborrece la ética como desprecia el pluralismo moral, religioso, intelectual, vital. La derecha – otrora civilizada, hoy franquista sin máscaras ni ornamentos– ansía bombardearnos nuevamente. La hemos sufrido más de cuarenta años, han babeado con una dictadura y hoy se presentan revestidos de valores democráticos en los que nunca creyeron ni creerán. El monstruo del Partido Popular cuenta con bárbaros aliados. Quiero un mundo abierto, policromático y en el que se imponga la memoria histórica y no el discurso de quienes jadean ante el dolor, la pobreza y el sufrimiento de los demás. Por eso yo votaré a la izquierda. Para que nadie diga que quien esto firma fue cómplice de la política contra el proletariado, las libertades, la igualdad y la democracia.

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