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Secretos de familia

La Navidad es mágica, tanto, que blanquea toda la oscuridad de una institución tan temible como la familia. Los abusos sexuales a menores ocurren en el ámbito familiar; la violencia contra las mujeres se perpetró durante décadas «en la salud y en la enfermedad» de un matrimonio inquebrantable, santificado y unido «hasta que el asesinato os separe»; los abortos se practicaron sigilosamente en el extranjero para familias pudientes muy reputadas; y los bebés felizmente robados en València reivindican todavía la liberación del secuestro de sus orígenes… La familia puede actuar como una banda terrorista organizada, como una secta, como una mafia, como una losa, como una maldición. En la familia se heredan demonios, prejuicios, envidias, rencores.

El capitalismo ha planificado un márketing glorioso con el que dulcificar a la familia a través de la Navidad. No importa que tu tío te meta mano a los siete años, o que tu padre sea un maltratador, o tu hermana una déspota o rancia de narices; obedece a tu familia por el bien de la Navidad. La Nochebuena da pábulo a un monarca cuya familia encarna a diario –desde tiempos inmemoriales– a la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Toda familia se fundamenta desde los pecados capitales, aunque, tratándose de una Familia Real –el resto deben ser ficticias– los representa con solemne empeño, esmero y descaro. Se acepta la familia como asociación corrupta cuando se refiere a grandes linajes, los clanes, la familia Pedigrí… El resto, las familias precarias, humildes, celebran la fiesta con turrón hacendado, mientras, las grandes familias, las de alta alcurnia, que son legión, zampan su marisco a costa y a la salud de esas pobres desgraciadas engañadas por la portentosa campaña de luces de neón.

¡Familias, ámense! ¡Brinden, canten villancicos y celebren su miseria! Hagan caso de las familias de portal de Belén y olvídense de la penuria, la precariedad, el clientelismo, la explotación obrera. Por una vez celebren algo en la vida como si fueran tan poderosos, tan felices, tan cínicos, tan déspotas como la clase dirigente. Si hubo un abuso sexual a una criatura, o un padre maltratador indeseable, o ese pariente homófobo, o esa ruina de matrimonio insostenible, recuerden que, si algo nos recuerda la Navidad, es la pertinencia de guardarlo para no deslucir la melosa y confitada tradición. Pues a fin de cuentas toda la violencia de nuestros seres «queridos» conviene guardarla como secretos de familia. Feliz Año Nuevo a todas las familias de bien. Son muchas.

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