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Y después de Rubiales, ¿qué?

La actitud machista y misógina –patriarcal, en definitiva– de Luis Rubiales ha visibilizado la violencia sexual cotidiana que todas las mujeres sufren por parte de varones «poderosos» –entrecomillado puesto que no me refiero exclusivamente a presidentes, empresarios o mandamases, sino también al poder paternal, el dueño de una taberna, el director de un instituto o el encargado de almacén. Tanto se ha dicho y escrito sobre la cuestión –también quien esto firma junto al compañero Carles Senso en «El beso del poder» (Levante-EMV – 23/08/2023)– que ya no sé qué añadir más a los numerosos e interesantes artículos publicados, buena parte de estos firmados por maestras, amigas y compañeras. Casi todos complementarios puesto que, por primera vez, no hubo confrontación ni dos posicionamientos distanciados, sino una clara condena pública a un tío machista de manual. El silencio y la equidistancia de muchos hombres se debe a otro logro feminista: por fin los cavernícolas no se atreven a contaminar las redes y medios con su mente patriarcal, pues, en el asunto en cuestión, el negacionismo sufriría el más absoluto rechazo de la ciudadanía. Defender lo indefendible ha salido caro a algún periódico, medio, columnista o trol.

Con todo, me planteo algunas cuestiones a corto plazo y que considero pertinentes: ¿Estamos ante un hito histórico que marcará un antes y un después? ¿Irrumpe ahora una nueva conciencia feminista colectiva, un férreo compromiso ético contra la desigualdad? ¿Qué ocurrirá cuando llegue septiembre y su mogollón de información de última hora? ¿Se diluirá tanta noticia, artículo, tertulia? ¿Cuánta gente se ha sumado a la lucha contra el Patriarcado? Estas inquietudes surgen instantes después de leer una noticia sobre el acoso y la agresión sexual en las estaciones científicas de la Antártida, en donde las mujeres denunciaron que las dejaron abandonadas con acosadores sexuales. Poco se ha dicho del suceso. Pienso, además, en tantas mujeres vulnerables, destacando a las mujeres prostituidas y a las víctimas de violencia de género, esa violencia negada por parte de la extrema derecha y edulcorada por otros muchos. ¿Creen ustedes que septiembre llegará con discursos feministas y una lucha férrea contra toda la violencia que ejercemos los hombres contra las mujeres? ¿Un nuevo paradigma ético y mental, feminista, antipatriarcal, anticapitalista? Tengo ciertas dudas sobre el aprendizaje implícito a un caso de violencia sexual tan mediático, si bien me reconforta y anima que la campaña #Seacabó ponga en valor el feminismo y persiga cualquier actitud machista de los hombres (maravilloso hashtag castellanizado que homenajea a nuestra María Jiménez). Una cautela propia de quien, como obrero de la educación, conoce la violencia machista de las aulas y el peso del Patriarcado en las mismas como en otras esferas cotidianas.

Siento un enorme pesar por las mujeres afganas y una rabia furibunda contra los afganos. Siento un asco profundo por esos musulmanes que pasean por la calle con chanclas y pantalón corto al lado de una mujer velada. Siento desolación por la última mujer asesinada por su victimario en la ciudad de Chipiona (Cádiz) y por las otras 37 víctimas de violencia de género en este 2023; de la pobre sabemos que tenía 63 años y poco más, porque, como tantas veces, el relato de las asesinadas por el terrorismo machista apenas importa más allá de su edad, procedencia y varias anécdotas vecinales. Y me gustaría, digo yo, que después de Rubiales podamos socializar la repulsa a tantas violencias contra las mujeres. Que en el aula y en los medios y en los artículos se hable de todas y no de algunas. Que se condene y persiga a todos los Rubiales para construir un mundo feminista de verdad. Que consigamos una sociedad comprometida por la igualdad entre hombres y mujeres alejado de la moda, el postureo o la corriente. No sé si septiembre nos traerá una realidad libre de Rubiales. En caso contrario, ¿qué?

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