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Mayoría de edad

«La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro».

Immanuel Kant

Nunca está de más recordar la idea kantiana de Ilustración, «la salida del hombre [y la mujer] de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro». Decía, además, que tal minoría de edad se debe a una falta de decisión y valor. ¡Es tan confortable que otros asuman las riendas de tu vida! Viene esto a cuento del referéndum de Catalunya y las recientes críticas a colegios, institutos y universidades que, como instituciones comprometidas, movilizan a su alumnado por el 1-O. Consideran sus detractores que ésta es una actitud doctrinaria, impropia de una educación sin ideología. Todo un sofisma si entendemos que, justo al contrario, la auténtica educación -libre, democrática, crítica, escéptica y ética- convierte la sabiduría en energía transformadora.

Mienten los puristas pedagógicos cuando nos quieren hacer creer que toda educación debería ser neutral. Nunca lo ha sido ni afortunadamente lo será. Unas aulas sin posicionamiento, sin alma, seguirían alienando al individuo. Como en el franquismo, por cierto. Escaseaban entonces las voces críticas. Los discursos alternativos y descreídos fueron perseguidos, ridiculizados, erigidos en pecado mortal. Así ocurría, por ejemplo, con las reivindicaciones feministas. Tan imparcial quiso ser la escuela durante décadas -y siglos- que los Derechos Humanos o el pluralismo moral nunca fueron objetivos curriculares prioritarios. Eso, suponiendo -es mucho suponer- que hoy tengan cierta relevancia. Justo quienes demandan neutralidad educativa cargan contra Valores Éticos o Filosofía, supongo que inspirados en ese diminuto dictador psíquico interno ofuscado cuando algunos combatimos el machismo, la homofobia, el racismo, los totalitarismos y toda irracionalidad.

Algunos apelan a la neutralidad educativa porque su apuesta es la del fascismo psicológico clandestino. Y, retomando a Kant, prefieren un alumnado sumiso, sin coraje, indiferente a los problemas políticos y sociales pero harto eficaz para la maquinaria de este sistema capitalista esquizofrénico. Fascistas complacidos con una juventud títere, indiferente a la injusticia, el abuso y apática ante una realidad comatosa. Qué fácil resulta acusar de rebaño al alumnado. Tanto como desprestigiar al profesorado despierto y crítico. ¿Quién anhela una ciudadanía capaz de servirse de su propio entendimiento? Piénsenlo. Posiblemente sea cuestión de mayoría de edad.

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