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INSTRUCCIONES PARA EL INICIO DE CURSO

A punto de iniciar el curso escolar siempre la misma historia: el coste de los libros, las becas, la inversión en profesorado de refuerzo en inglés, de apoyo… Parches educativos que apuntalan el sistema educativo, aunque, como siempre, despistan al personal y desenfocan las necesidades educativas prioritarias. Noticias que distraen y simplifican la respuesta a este interrogante educativo: ¿Qué priorizar en el día a día de nuestras aulas? Plantearse esto despierta fantasmas, quimeras, manías y ensoñaciones. Más todavía entre mandatarios de la Conselleria d’ Educació. Podríamos recopilar la retahíla de sandeces ocurridas en los sistemas educativos. De tal modo quedaría para la historia, pongamos por caso, aquella cutrez de Font de Mora, quien, a golpe de decreto, escupió la revanchista ocurrencia de impartir Educación para la Ciudadanía en inglés y castellano o inglés y valenciano. En algunos centros asistían a clase varios docentes, uno explicaba en inglés y el otro traducía. No me consta que rodaran cabezas por este insolente delirio. Algunos centros educativos cumplieron semejante sinsentido. También es cierto que parte del profesorado se caracteriza por su pasividad, sumisión y falta de rebeldía. Pero ésta es otra historia.

Retomemos la cuestión: ¿Qué priorizar en el día a día de nuestras aulas? Ahí va mi propuesta.

  • Humanismo. Hay poca humanidad en los centros educativos. Burocracia, horarios irracionales, automatismo, nulo espíritu crítico, educación sin corazón de espaldas a la realidad circundante… La escuela debe ser el espacio en el que se transforme el mundo, el lugar en el que  mirarse a los ojos. Mirar hacia dentro y hacia afuera, pero mirar…
  • Menos obsesión con el inglés. Me parece un despropósito que se dediquen tantos recursos humanos y económicos al aprendizaje del inglés. La materia -como otras- ya es un valor en sí misma. ¿Es necesario profesorado auxiliar? ¿Más horas a costa de otras? Sí, ya sé que para el mundo profesional es fundamental. Pero, ¿más que la construcción de sujetos libres y autónomos? ¿Más que combatir el odio, la homofobia, la falta de autoestima de tanto alumnado? Propongo que nos situemos en el velo de la imparcialidad y nos hagamos la siguiente pregunta: si uno deseara ser feliz, ¿qué valor tendría el Inglés para lograr nuestra meta? 
  • Cooperación y no competitividad. Profesorado y alumnado haciendo juego al discurso capitalista: compitamos, hay que ser mejor que otros. No quiero ser mejor que nadie. Prefiero ser con otros. Expandir la solidaridad, la cooperación y el respeto mutuo antes que la rivalidad, la enemistad. El mundo no es una guerra de todos contra todos. Reivindico la poesía, el arte, la creatividad y la literatura para curar la vida enferma del planeta. ¡Muera la competencia!
  • Crear personas. Cada día descubro más alumnado complacido por el capital, subyugado al Poder, incapaz de generar revolución alguna, conformes con la putrefacción, alimentándose de ésta. El sistema educativo adormece conciencias, sueños, utopías. En las aulas no hay personas sino cadáveres del sistema capitalista. ¡Quiero que despierten, puñetas! 
  • Formación en psicología. Urge una formación rigurosa en psicología. No podemos dejar los problemas diarios en el aula -acoso escolar, baja autoestima, burlas, homofobia, apatía, infelicidad, etc.- abandonados a su suerte, o pasándole la pelota a la orientadora de turno. Ella es la profesional, sí. Pero un profesorado sin herramientas psicológicas es un camicace pedagógico.
  • Feminismo. La educación será feminista o no será. Sin igualdad nunca habrá un mundo justo. La obligación del profesorado es educar en la pasión feminista, combatir las múltiples desigualdades que habitan el aula, ¡combatir el patriarcado!  Se puede saber inglés y no luchar contra el patriarcado, ¡pero es una falta total de profesionalidad! (Además de un indicador de pusilanimidad moral e intelectual) Si el docente no es feminista, mejor que se dedique a otra cosa. Plantar patatas, por ejemplo.

Más que educación deseo una revolución. Ya lo dijo Marx: «la peor lucha es la que no se hace».

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