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La educación ultrajada

Quien firma esto lleva en las aulas desde septiembre del 2007. Cuento los años que faltan para jubilarme igual que hicieron tantas compañeras/os retiradas –o expulsadas– de sus colegios o institutos de Secundaria recién cumplidos los 60 años. Nadie alarga su trabajo en la enseñanza más de uno o dos días. Suelo preguntarles: ¿Por qué? La respuesta es idéntica: «por el sistema». ¿Y qué le ocurre, pues? Somos legión quienes disfrutamos en la trinchera con el alumnado habida cuenta de que anida en nosotras/os una vocación férrea, aunque, según parece, alguna «fuerza oscura y violenta» erosiona el trabajo diario de educar, enseñar y acompañar a niños/as y jóvenes en su experiencia vital. Traigo aquí algunos de esos aspectos perversos que ultrajan la educación. Y me planteo: ¿puede haber calidad sin humanidad?

  1. Burocratización de la práctica docente. Fichas, informes, tablas, programaciones, rúbricas, solicitudes, registros, porcentajes, reuniones inoperantes… Los centros educativos, alentados por la Administración, han decidido complejizar la docencia. El burocratismo dificulta la cotidianidad. La organización y planificación de los centros resulta tan kafkiana e inquisitorial que uno/a debe pensarse mucho, por ejemplo, si merece la pena romper la rigidez patológica de quienes regulan hasta el papel del baño (ejemplo real, por cierto). Esto supone un ingente esfuerzo en una escuela de guardia, custodia y penitencia. Siempre mandan quienes mejor obedecen, ¡un drama! ¡Ay, si no se acataran tantas instrucciones y órdenes patéticas!
  1. Fiscalización de las clases. Hubo un tiempo en que uno cerraba la puerta de su clase y sentía una absoluta libertad en su trabajo. Si somos profesionales, como es el caso, ¿por qué esa fiscalización de nuestro día a día en las aulas? Una vez más la Administración actúa a golpe de decreto y las directivas obedecen, que de eso saben mucho. Si leyeran a Remedios Zafra entenderían que tal fiscalización surge en los últimos años como consecuencia de un control absoluto por parte del sistema hacia aquellas profesiones creativas, libres, difíciles de inspeccionar. ¿Cómo permitir –malpiensa la Administración– una educación en libertad si los docentes son vagos e indeseables? Al fiscalizarlos sienten el peso del Poder, del sistema y el miedo que supone romper con las normas, decretos e instrucciones impuestas por no se sabe quién.
  1. La educación feriada. Hoy se da valor a los unicornios pedagógicos: Erasmus, graduaciones faraónicas, plurilingüismo, TIC, aulas divertidas, el «bienestar» del alumnado… Quizás la precaria salud mental de la juventud se debe a la escuela. La educación se parece a un parque de atracciones en el que cabe la diversión, la tortura, el presentismo, el terror, la imposición de normas no consensuadas y mucho delirio. Nos preocupamos por la brillantina y olvidamos la importancia de construir un sistema educativo humano, capaz de mirar a los ojos, sin aulas masificadas y en el que podamos compartir, dialogar, apoyarnos, enriquecernos mutuamente y descubrir conocimientos. El sistema educativo inhabilita el ascensor social porque oprime a los vulnerables y beneficia a la clase media y alta. Revictimiza a las víctimas. ¡Siempre!

La escuela es una auténtica farsa en la que se estafa a niños/as y jóvenes, a familias, a profesorado y a la sociedad en su conjunto. Buen inicio de curso. ¡Falta nos hace!

https://www.levante-emv.com/opinion/2024/09/07/educacion-ultrajada-107836014.html

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