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    La nueva normalidad y yo (y III)

    Sigo en la fase cero. Salgo poco y mal. La incipiente «nueva normalidad» resulta incómoda. El teletrabajo me redujo a una suerte de orador a granel, grabando vídeos a diestro y siniestro. Si una alumna envía al correo un vídeo breve, respondo con otro en una especie de bucle infinito. De tu pantalla a la mía, podría decirse. Pero la realidad ataca a traición. Que se lo digan a una amiga mía, pobre. Se fue a evacuar en mitad de un claustro virtual forzada por un repentino retortijón de tripas. Olvidó silenciar el micro de su auricular inalámbrico, toda una cagada telemática. Semejante despropósito quedará en la historia como el…

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    La nueva normalidad y yo (II)

    La realidad a fascículos, así se mercadea en el rastrillo de la «nueva normalidad». Sales de casa y echas un vistazo rápido a tu entorno habitual. Ojeas la vida como las portadas de la prensa en tu quiosco, receloso de algún titular indigerible. En esta ocasión percibo mucho ruido: cazalleros cuarentones en las terrazas de bar, o viejos fumando puro con la mascarilla en la cabeza (una marranada de manual). La vulgaridad sigue en auge. La ordinariez resuena  a tope de decibelios. En ocasiones veo cacerolas: sujetos impertinentes e indecorosos privados de logos, pura contaminación acústica. Ese colectivo de groseros lidera la «nueva normalidad». Estudié un máster interuniversitario en Idiotas…

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    La nueva normalidad y yo (I)

    Entenderse con la «nueva normalidad» es un asunto que me trae de cabeza. Llevo toda la vida adaptándome a la anterior, llamémosla  «vieja», «añeja» o «extinta». Quien esto firma la sentía amigable, si bien sabíamos, tanto ella como yo, que el nuestro era un matrimonio forzoso. El amor de muchas parejas se oxida con la rutina. Su relación funciona por inercia, como un reloj: tic, tac, tic, tac… Suena fúnebre, ¿verdad? También uno se habitúa a la muerte en vida. Se oxida el alma, el corazón y la esperanza. La otra realidad era muy lúgubre. ¿Qué importa? Con todo, era de la familia. La cotidianidad se asemeja a un cementerio,…